Argentina/Política

LOS ADICTOS AL CASTIGO EN LA ARGENTINA PERVERSA

Es un lugar común decir que cuando faltan las ideas y son escasas las propuestas, entonces abundan los gritos y los insultos. Por estos días, esto se verifica plenamente en la Argentina de hoy. A la ausencia de argumentos y análisis de respaldo sobre las propuestas, entonces se intenta la imposición. Ante la reacción, entonces, se responde con el insulto.

El presidente Javier Milei se esmera cada semana en buscar los peores calificativos para los diputados y senadores de la oposición, que se ofrecen con reiteración en ser su sostén político, en un Congreso donde los adictos al presidente son apenas 38 de 256 diputados y 7 de 72 senadores.

El último calificativo fue denominarlos “Bloque extorsivo”, por su insistencia en buscar modificaciones en la legislación propuesta, para lograr mejores bases de sustentación política en las leyes que se aprueben.

Pero antes ya los había calificado de coimeros, de recibir sobornos a dos manos, de defender sus privilegios, de no ser vagos y no querer trabajar, de hacer pactos oscuros para favorecer a empresas. La lista de acusaciones es interminable y cada calificativo es peor que el otro.

Aun así, los neoliberales del Pro, los radicales más oportunistas de la UCR, los acomodaticios representantes de partidos provinciales que responden a los antojos del caudillo de turno y algunos otros eslabones sueltos del antiperonismo visceral, insisten una y otra vez con una frase que sorprende por su candidez o por su enfermedad.

Es esa frase que se parece a un hierro candente que dice: “Nosotros queremos ayudar, pero el gobierno no se deja apoyar”.

Es tan miserable la expresión desde el punto personal de cada legislador, como políticamente decadente en términos de agrupación parlamentaria y sospechosamente miserable como partido político.

No está muy claro a esta altura de los acontecimientos, cuáles son las razones que llevan a esos legisladores a humillarse de semejante manera e insistir en sus proclamas colaborativas. Porque no alcanza proclamar el “amor” por la Patria. Porque toda dignidad tiene un límite. Y los pusilánimes no son de mucha ayuda en una patria en emergencia.

Lo que sí está claro, es que el sistema de castigo constante del presidente Milei, es una acción política bien calculada. Pretende mostrar ante la opinión pública, las miserias de una clase política dirigente que siempre despreció y que durante la campaña denominó como la “Casta”.

Es posible que la estrategia comunicacional del Presidente y del poder económico que lo sostiene, sea desgastar a la dirigencia hasta lograr un consenso social que le permita gobernar como son sus deseos desde el comienzo de su mandato: por decreto, de espaldas al Congreso y cerrándolo si es posible.

El resultado de esta operación compleja y peligrosa, todavía no se puede medir. Pero el vértigo del sistema de choque político y administrativo del presidente, augura que pronto tendremos algún dato al respecto. Mientras tanto, solo podemos suponer los peores augurios.

En este panorama, parece un cuento de niños esa pregunta sociológica que decía algo así:

¿Por qué las clases bajas y media de Argentina votaron a un candidato que les prometía restricciones y carencias durante los próximos años? ¿Tanta fue la ilusión sobre el futuro que logró crear el candidato, que la gente aceptó inmolarse por una década?

La dirigencia política autodenominada como “dialoguista”, “colaborativa” o “racional” está demostrando tener menos dignidad que toda esa gente que – al menos – fue capaz de imaginarse un futuro aunque todos sepan que no es posible.

Pero los legos y pobres de bienes y solemnidad, al menos tienen el argumento de que no tenían en quién confiar o de qué agarrarse en el naufragio.

La dirigencia no tiene ni siquiera esa excusa.





Deja un comentario